Marcelo Alejandro Farias: Nació el 3/7/1987. Tiene varios cuentos y novelas publicadas.
Participó en eventos, incluyendo la Feria del libro de Buenos Aires, la Feria
del libro de Merlo y la Feria del libro de La matanza.
Detrás de la máscara
Acababa de mudarse. Era la primera vez que vivía sola. En ese momento
estaba acomodando cajas. Algunos amigos la habían ayudado, hasta que se hubiera
acostumbrado y se las pudiera arreglar sola.
Hacía tiempo que la casa estaba deshabitada. No había herederos. Nadie
recordaba quién vivía allí antes. Hubo que esperar a que el gobierno
interviniera para que se pudiera disponer de la casa. Cuando finalmente ella se
mudó, se encontró con que lo único que quedaba de su antiguo dueño era un
armario pequeño.
Limpiando el mueble que le acababan de traer, encontró una máscara en
uno de los cajones. Aunque era gruesa y dura, se parecía mucho a un rostro
humano. Del otro lado era de un negro tan oscuro que no había luz ni sombra.
Imaginó cómo reaccionarían sus sobrinos, que llegarían en unas horas. Se la
puso.
Se adaptaba muy bien a la forma de su cara. Sin necesidad de sostenerla,
se miró en el espejo del rincón. Ella miró el hombre anciano que formaba su
máscara. Fue un instante, en el que sintió que se desvanecía y su rostro se
escapaba. Un segundo después, el hombre se quitó la máscara de la mujer y
apareció en la habitación.
La desilusión
Carlos despertó confundido. Estaba en el suelo, en la casa de su
compañero. Llevaba su uniforme de policía. Leandro había dejado de ir a
trabajar hacía varios días, sin dar explicaciones. Cuando hablaron por teléfono
lo notó raro. No quería decir qué le pasaba. Así que decidió ir a verlo.
Escuchó un ruido. Se incorporó. Leandro apareció asustado. Al verlo
retrocedió. Otra figura entró. Era igual a Carlos y llevaba pistola. Él sacó la
suya. La figura se dio vuelta. Tenía una expresión extraña, como burlándose.
Carlos no se reconoció en él. Por el contrario, estaba paralizado. Se colocó
entre Carlos y Leandro. Levantó su arma. Ambos dispararon. La bala atravesó la
figura e impactó en su amigo.
La figura miró el lugar donde debió impactar la bala. Volvió a observar
a Carlos y se desvaneció, sin cambiar su expresión. Leandro lo miró fijo, sin
decir una palabra. Permaneció inmóvil unos segundos y luego se derrumbó.
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