30 de noviembre de 2024
Agustina Belén Juárez
29 de noviembre de 2024
Nélida Magdalena Gonzalez
Nélida Magdalena Gonzalez
El lugar donde se cumplen mis
deseos
¿Cuántos años pasaron? Casi
no recuerdo, porque el tiempo se subió a una máquina veloz y aceleró los
relojes y el paso de los días y los meses. Los años se adormecieron dentro de
un tornado de emociones y se elevaron alto, como un cometa, sin rumbo. No tengo
noción del tiempo que pasó, pero volví.
El
médano más alto, hoy parece abrazarme y recordarme. Me siento sobre la arena y
dejo que acaricie mis piernas, que ahora, ya no son tan delgadas ni tan firmes.
Preparo mate amargo mientras escucho el sonido de las olas rompiendo mis
ilusiones contra la escollera. Una brisa suave mueve en vaivén mis cabellos,
que ahora, son largos. La brisa se transforma en niña y, con sus pequeñas
manos, quiere trenzar mi pelo. El aroma de la yerba mate húmeda me resulta
placentera y, aunque estoy en el mar, me transporta a los yerbatales verdes que
mecen sus ramas al compás de los rayos de sol.
A lo lejos se pierde un velero antiguo, ese
que hace unas horas, hablaba con las gaviotas cerca de la playa. El horizonte
se dora con los colores de un atardecer tranquilo, sedoso. El velero que cerca
de la playa se veía blanco se tiñó con los cristales dorados. A una gaviota que
hablaba con él, le entregué mis sueños, para que los deposite en la proa y
avancen con el viento azulado.
Antes
de que desaparezca, agarré los binoculares que guardé en mi bolso. Me paro y
observo detenidamente, puedo leer lo que sobre la vela enorme hay escrito, algo
que sé que solo yo puedo divisar. Las letras se distinguen en colores verdes,
amarronados. Me embarga la emoción, allí va escrito mi pedido y mi sueño…
“Quiero paz para mi amado pueblo”.
Milagros Pangaro
Milagros Pangaro, de Ramos Mejía en La Matanza, Buenos Aires, es una escritora y poeta
con mucho de barrio. Su estilo mezcla lo urbano con lo personal, sacando inspiración de las calles y vivencias del conurbano bonaerense. Además de escribir, se dedica a la enseñanza, armando talleres re didácticos para pibes. Su obra habla de amor, pérdida y aguante, mostrando una sensibilidad única y una conexión profunda con su gente y su cultura.
Los Balbuceos del Amor en Ramos Mejía
La estación de Ramos Mejía, con sus luces de neón titilando y los trenes rugiendo como
bestias enjauladas, siempre tenía un aire de tragedia. Era ahí donde nos encontrábamos, entre
los vendedores ambulantes y los viajeros apurados. Era nuestra rutina, pero también nuestro
escape.
Era de noche, y el aire estaba impregnado del olor a panchos y frituras, una mezcla
nauseabunda que, sin embargo, ya nos era familiar. Clara y Leo, dos almas perdidas en un mar
de concreto y humo, se miraban con ojos llenos de historias no contadas. Se habían conocido
cuatro años atrás, una historia de amor que se fue cocinando a fuego lento, como esos guisos
de la abuela que parecían mejorar con el tiempo, aunque a veces quemaban.
—Viste, Clara, cuando uno está enamorado, parece que solo puede decir boludeces —dijo Leo,
con una sonrisa cansada en su rostro. Su voz rasposa era un eco de tantas noches sin dormir,
de tantas palabras susurradas y gritadas a la vez.
Clara asintió, su mirada perdida en algún punto entre las vías y la luna. —Es que el amor te
hace balbucear, ¿sabés? Decimos cosas obvias, repetimos lo mismo, pero en realidad estamos
tratando de encontrar el modo de decir lo que sentimos de verdad.
—Pero, ¿qué es lo que sentimos de verdad? —preguntó Leo, encendiendo un cigarrillo. El
humo ascendía en espirales, como sus pensamientos—. Es como si el amor fuera una excusa
para no enfrentarnos a nosotros mismos.
—Es más fácil decir 'te quiero' que enfrentarse a los propios miedos —dijo Clara, y se mordió el
labio. Sabía que Leo tenía razón, pero también sabía que el amor, con todas sus palabras
torpes y sus silencios incómodos, era lo único que les quedaba.
Leo soltó una carcajada amarga.
—Somos patéticos, Clara. Pero prefiero balbucear y decir
obviedades contigo que vivir en el silencio.
Las palabras de Leo resonaron en el corazón de Clara, como un eco que se repetía una y otra
vez. Sabía que la vida era dura, que el amor era solo una parte de una existencia llena de
miseria y lucha. Pero en esos momentos de balbuceo y obviedades, encontraba un pedazo de
humanidad, un refugio en medio del caos.
El tren llegó, y con él, un nuevo comienzo o tal vez solo otro final. Se subieron sin decir más,
dejando que el silencio hablara por ellos. Pero en ese silencio, en esos balbuceos y
obviedades, encontraron una verdad que solo ellos podían entender: el amor, en su forma más
cruda y conurbana, era lo único que les daba esperanza.
Y así, entre el ruido de las vías y el ajetreo de la estación, Clara y Leo se aferraron a sus
balbuceos, sabiendo que a veces, decir obviedades era la única manera de expresar lo que el
corazón realmente sentía.
28 de noviembre de 2024
Milagros Antonella Biase Sanchez
Milagros Antonella Biase Sanchez: Nació
el 6 de junio de 2004 en el partido de La Matanza y creció en la localidad de
González Catán. A sus 18 años público el cuento infantil “Bauti, el niño con
aparatos mágicos”, un cuento que habla sobre discapacidad, y a sus 19 años
publicó “Somos, fragmentos de un alma rota” un libro sobre salud mental.
Oscuridad
El sol se escondió con
la excusa de que anochecía.
Yo sé que no es cierto,
el sol nunca se esconde
cuando todo está en
calma.
Algo está pasando, y no
comprendo qué.
El día que tuve que
abandonar mi hogar y dejar a mis hijos fue el día que el sol partió, como si
hubiese partido junto a ellos.
Lo hice por necesidad,
quise darles una mejor vida.
Pero nunca supuse que el
sol iría a desaparecer
¿Quién imaginaría semejante suceso?
A mi vida la empezó a
acompañar la luna,
que nunca fue una buena
amiga.
Me recuerda que mis días
son de pura oscuridad
y qué curioso, porque
ella es quien ilumina la noche.
La luna es fría, la noche
es fría, siempre.
Dormir en las calles no
siempre es divertido,
y mucho menos si la
tengo de testigo,
atormentando con su mirada.
No sé cuándo volverá a
radiar el sol,
tampoco sé cómo estará
mi familia.
¿Podrán ellos ver el
sol? ¿Serán oscuros también sus días? ¿Entenderán por qué no están conmigo?
Hoy, ya se cumplen 14
años
de que el sol partió de
mi vida.
Aún sigo con fe de que
algún día
volverá la luz, el calor del día.
Aún tengo fe, de que
volveré a mi hogar.
27 de noviembre de 2024
Marcelo Tittaferrante
Marcelo Tittaferrante: Nacido en 1967, Buenos Aires. Cuarta
participación en Antología de Autores de La Matanza. Blog de cuentos y poemas:
“Crea climas y te lloverán los ojos” marcelotittaferrante.blogspot.com
marcelotittaferrante@gmail.com
marcelotittaferrante@gmail.com
Minotauro
Cuando Teseo se enfrentó a la bestia no esperaba que fuera tan grande. A pesar de su valentía, por primera vez sintió el estómago retorciéndose. Debía matarla para liberar a Atenas de los sacrificios impuesto por Minos, rey de Creta.
El intrincado laberinto le había demandado mucha energía. Dos días sin alimentos ni agua, desenrollando inmensurables cantidades de hilo para poder hallar el camino de regreso. Inicialmente le había parecido una excelente idea, pero en esa instancia estaba convencido de que había sido un gran error.
El Minotauro devoró a Teseo, siguió el recorrido del hilo y desposó a su hermana Ariadna.
Sin efecto
En un lago de Beijing una mariposa es atrapada en pleno aleteo por la pegajosa lengua de un sapo.
En Nueva York el sol resplandece.
26 de noviembre de 2024
Melisa Osuna
Melisa Osuna: Es
periodista, licenciada en comunicación y docente. En su camino literario lleva
publicados cuatro libros: El lugar Feliz y otros cuentos (2020) Melodías de
otoño (2021) Nubes de primavera (2022) y Siesta de verano (2023) y Lazos que
nos hacen familia (2024). Además, ha participado en múltiples antologías.
Amor de verano
Obnubilado
el juicio
perece
evanescido.
Brocado
de atardeceres
y anhelos
almibarados.
Todos los veranos
caducan
como sus amores
irreverentes.
Nuestro juicio
se funde
con el crepúsculo
adamascado.
Nuestras almas
-en eterna adolescencia-
bailarán cada enero
para despedirse después.
¿Hay mentira
en la verdad?
susurran
tus labios pueriles,
agrietados
tras los años.
25 de noviembre de 2024
Melisa Gentile
Melisa Gentile: Es docente, escritora y
narradora. Tiene varias publicaciones de literatura infantil y ha participado
en una antología de cuentos para adultos comercializada en Colombia. Conforma
“El Cofre Literario”, compañía con la que realiza narraciones y talleres de
arte. Coordina encuentros de escritura creativa. Su última publicación fue
presentada este año en la Filba bajo el sello editorial Aique.
Jazmines
para no olvidar
A veces parece que
todo termina...los días, las amistades, las parejas, los atardeceres, los
sueños...Pero hay algo que quedó para siempre: es el aroma de los jazmines que
me traías de tus caminatas por el barrio. Los cortabas del jardín de doña
Estela. Vos, decías que lo hacías sin que nadie te viera. Yo, creo que ella te
los daba, pero me mentías porque querías que la historia fuera más emocionante
para mí. Juntas, los poníamos en un florerito que había pintado con témperas en
la escuela, y nos asombrábamos de los pimpollos que aparecían en las mañanas
siguientes… y los olíamos y los llevábamos de ambiente en ambiente para que nos
perfumaran la casa entera y pensábamos que una flor no podía ser tan
naturalmente blanca y perfecta y que no había aroma más exquisito que ese.
Hoy, paso por la
vereda de doña Estela y ahí están ellos, esperando que tus manos los lleven a
las mías. Y aunque ya no estás para recibirlos, yo paso y vos volvés a mí en
ese aire que me envuelve y huele a jazmín. Es difícil describir lo que siento,
por eso a mí, me gusta decir que se me “jazminean” los sentidos. Y entonces,
vuelvo a ver tu sonrisa pícara emulando el delito de robar flores ajenas,
siento en mi piel tus manos llenas de surcos de vida entregándome esos ramitos
que contagiaban alegría y tu voz, siempre tu voz, que vuelve a mí con esas
flores que me demuestran que a veces, parece que todo termina ...pero no.
Primera
lágrima
Cayendo voy por esa
ladera porosa. Caigo con la fuerza de la primera roca que anuncia el derrumbe total.
Nada ni nadie podrá detenerme en esta carrera que inicio llevando conmigo el
dolor más intenso que una persona puede sentir. Cargo en mi pequeño y
translúcido ser, un manojo de recuerdos de momentos felices, pero también,
llevo la imagen de la última vez que lo vio: enfermo, pálido, apagado.
Sé que seré la
valiente que se anime a dar el primer paso de lo que será una catarata doliente
y embravecida. Sé que la haré sentir mal, pero a la vez, sé que ella me
necesita.
Su hijo, con la
inocencia y la sabiduría que sólo permite la infancia, le pide – no llores
mamá, papá va a cuidarnos desde el cielo – pero ya es tarde. Somos un ejército
que ataca.
24 de noviembre de 2024
Marta Martínez
Marta Martinez:
Oriunda de Ramos Mejía. Participó en las siguientes
Antologías: “El Libro de los Talleres” 2012 al 2018 y en “Sucedió Bajo La Luna”
de Editorial Dunken. “Tiempo Para Niños”,
“Tiempos de Chocolate y Rosas”, “Tiempos de Luna Naranja”. Del 2019 al 2022
colaboró en la coordinación del taller Letras y Sueños poesía. Participó en
Autores de La Matanza de la “Antología de poemas y relatos” de la 2ª a la 10ª”
edición. Y desde el 2009 participa en la Feria del Libro de La Matanza.
Retazos
Tienes 6 años, cursas el primer grado. Vives en un pueblo chico, donde
todos se conocen. Tanto, que, aun siendo pequeña, tu madre te envía con un
papelito hecho un rollo, con el dinero adentro; donde dice lo que debes traer
del almacén. Allí te atiende un hombre que te parece enorme con el pelo rojizo
y mejillas coloradas.
¡Hola
linda! –Dice- mientras con dos dedos de su manota toma tu cachete y lo aprieta
en forma de saludo. ¿Cómo están tus papás?
Bien
respondes a punto de llorar del dolor.
Luego te olvidas del
almacenero, y te alegras, cuando tu madre te ata con un moño gigante el
delantal blanco impecable y te peina para ir a la escuela. Como tienes el pelo
largo, te trenza con una cinta llena de florcitas pequeñas de todos los
colores.
Eso te gusta. Te
gusta el camino que recorres hasta llegar a la escuela. Te encanta cruzar ése
campo lleno de flores, que nadie te impide cortar. Crecen solas junto a los
tréboles y son tan libres como el viento. Eliges las violetas son tus
preferidas para el ramo que luego le entregarás a la maestra.
La señorita recibe
las flores con una sonrisa.
¡Hay
Martu, Martu! Es hermoso el ramo, pero debes llegar a horario.
Pero bien vale la pena retrasarse en ése campo poblado de duendes y
flores. ¡Pero de repente cuando menos lo esperas lo ves a él! Ahí está
orgulloso de que lo hayas encontrado escondido entre tantos.
Es el trébol de cuatro hojas, verde con manchitas más claras que luego
guardas como tesoro en las páginas de tu cuaderno, para orgullosa mostrárselo a
tus compañeras.
Y ahí está tu madre esperándote con la merienda cuando llegas cansada de
la escuela. Siempre con el delantal que cubre su vestido. Es un delantal
multiuso. Le sirve para no ensuciarse cuando cocina, se lo levanta formando un
hueco tipo canasta cuando recoge los huevos del gallinero, o cuando junta de la
huerta unos tomates aquí, un morrón allí y todo lo necesario para la comida del
día. El delantal es único para tu madre, de mucha utilidad. Solo se lo saca si
viene visita o tiene que salir.
Retazos por aquí, retazos por allá. Son retazos de vida.
23 de noviembre de 2024
Mariel Bolasell
Mariel Bolasell: Nació
el 20 de octubre de 1997. Es bibliotecaria y ávida lectora. Le gusta
experimentar con diversos géneros literarios. Sus cuentos y poemas circulan por
algunas antologías y revistas literarias.
Se apagan las
luces
Se apagan las luces
No hay internet
Comienza el tintineo
Campanas de conexiones
Donde se materializa el
boceto:
Es un monstruo
Y está enojado.
Es la ira, que destruyó
el límite.
Es la monotonía, que
colonizó estas tierras.
Es el grito, que se hizo
bandera.
Es el puño, que golpea
el espejo.
Es la risa, que está en
llamas.
Es el “hasta luego”, que
jamás volví a ver.
Es la mano amiga, que me
soltó hace años.
Es la pregunta, que
viene con su tropa.
Es la mugre, que de
tanto amontonarse le salieron ojos.
Es el alcohol, bebida
oficial del nuevo reino.
Es el recuerdo, siempre,
el recuerdo.
En
el Estado de catástrofe
Despertarse en un grito,
un grito que se
materializó.
Ahora es forma,
sabe viajar en el
viento.
Alcanza cada oído,
hace nido en los
cuerpos.
Una presencia constante
en la arteria del
cuello.
Llega a los más
insólitos recovecos,
sabe moverse con
fluidez.
No hay forma de
sacudírselo
o quitárselo a arañazos.
Aturde y estremece al
principio
luego uno se acostumbra.
22 de noviembre de 2024
Marcelo Alejandro Farias
Marcelo Alejandro Farias: Nació el 3/7/1987. Tiene varios cuentos y novelas publicadas.
Participó en eventos, incluyendo la Feria del libro de Buenos Aires, la Feria
del libro de Merlo y la Feria del libro de La matanza.
Detrás de la máscara
Acababa de mudarse. Era la primera vez que vivía sola. En ese momento
estaba acomodando cajas. Algunos amigos la habían ayudado, hasta que se hubiera
acostumbrado y se las pudiera arreglar sola.
Hacía tiempo que la casa estaba deshabitada. No había herederos. Nadie
recordaba quién vivía allí antes. Hubo que esperar a que el gobierno
interviniera para que se pudiera disponer de la casa. Cuando finalmente ella se
mudó, se encontró con que lo único que quedaba de su antiguo dueño era un
armario pequeño.
Limpiando el mueble que le acababan de traer, encontró una máscara en
uno de los cajones. Aunque era gruesa y dura, se parecía mucho a un rostro
humano. Del otro lado era de un negro tan oscuro que no había luz ni sombra.
Imaginó cómo reaccionarían sus sobrinos, que llegarían en unas horas. Se la
puso.
Se adaptaba muy bien a la forma de su cara. Sin necesidad de sostenerla,
se miró en el espejo del rincón. Ella miró el hombre anciano que formaba su
máscara. Fue un instante, en el que sintió que se desvanecía y su rostro se
escapaba. Un segundo después, el hombre se quitó la máscara de la mujer y
apareció en la habitación.
La desilusión
Carlos despertó confundido. Estaba en el suelo, en la casa de su
compañero. Llevaba su uniforme de policía. Leandro había dejado de ir a
trabajar hacía varios días, sin dar explicaciones. Cuando hablaron por teléfono
lo notó raro. No quería decir qué le pasaba. Así que decidió ir a verlo.
Escuchó un ruido. Se incorporó. Leandro apareció asustado. Al verlo
retrocedió. Otra figura entró. Era igual a Carlos y llevaba pistola. Él sacó la
suya. La figura se dio vuelta. Tenía una expresión extraña, como burlándose.
Carlos no se reconoció en él. Por el contrario, estaba paralizado. Se colocó
entre Carlos y Leandro. Levantó su arma. Ambos dispararon. La bala atravesó la
figura e impactó en su amigo.
La figura miró el lugar donde debió impactar la bala. Volvió a observar
a Carlos y se desvaneció, sin cambiar su expresión. Leandro lo miró fijo, sin
decir una palabra. Permaneció inmóvil unos segundos y luego se derrumbó.
21 de noviembre de 2024
Marcela Lucas
Marcela Lucas: Profesora de Literatura, Especialista en Ciencias del Lenguaje y en Pedagogía de la Lectura. Diplomada en Literatura infantil (UNVM). Maestranda en Literatura para niños (UNR). Coordina Talleres de literatura en La Cachirula, Espacio Cultural; participa de Talleres en el Hospital Balestrini y en la UP 43. Además, forma parte de la Cátedra Abierta Intercultural.
Poema I
Hubiera podido ser tejedora
pasaba largas horas viendo las
agujas de mi abuela
un punto adelante, un punto
atrás
dos agujas, una
vareta simple, doble, punto
arroz, Santa Clara
Hubiera podido ser costurera
mi mamadre presionaba el pedal
yo veía las manos girar las
telas
convertir la batista en camisa
con volados
el chintz verde, en pantalón
de fiesta
la gabardina azul francia, en
pollera plato
Hubiera podido, pero no
Yo doy un punto adelante y
otro atrás
doy vueltas y remiendo
palabras
¿o me remiendan ellas?
y escribo
a veces
solo un hilván
un pespunte
una sutura
otras
un tejido que necesito
deshacer
no creo que
ni que vistan de fiesta
¿para qué escribo?
Uvas
El abuelo elige un racimo
me lo ofrece con sus manos
gastadas
de trabajar la madera
sus ojos sonríen
en los míos
20 de noviembre de 2024
Luciana Villalba
Luciana Villalva (Lucian):
Una escritora
y editora de La Matanza. Nació en 1994 y se crió en
Gregorio de Laferrere. Escribe desde su adolescencia en internet, lo que la
llevó a publicar su primera antología de poesía “Ahora no, estoy muy ebria” en
2016 bajo el sello Ediciones Francia. En 2017 inició su propio proyecto
editorial “La Indiegestada ediciones” donde publicó de manera autogestiva
varios títulos propios de poesía y narrativa, entre ellos “Todxs estamos en
una” (2017), “Gederación 94”, (2017) “Ahora no, estoy en cuarentena” (2021) y
plaquetas, libros y fanzines de otros autores independientes. Estudió guión
cinematográfico en la ENERC y actualmente termina sus estudios de la carrera
Edición Editorial en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA.
Historia del
vagabundo y la rubia
El hotel de familiar no tiene nada, escucho gritos y peleas mientras
estoy con mi novia. Es una rubia muy fría, más fría que esta noche. Entre el
quilombo del fondo me abstraigo y la observo con mi mirada tierna y salvaje,
como un tigre a su presa, listo para atacar. Ella está sentada sobre mi mesa,
casi al borde.
La miro fijo, la agarro y le doy un beso; más que un beso es un pico
inocente hasta que por fin juntamos nuestras bocas. Dos agujeros redondos
profundos. La tomo del cuello suavemente, la acaricio con mis dedos. Su cuerpo
es esbelto, firme, transpirado, con marcas de gotas que se le resbalan. Su
traje esta vez es de color dorado con brillos negros, suele ser de otros colores,
pero hoy vino con este que le queda muy bien, ha sido pensado por algún diseñador
importante... no lo sé, lo que importa es que le sienta bien, que vende su
imagen y yo la compré.
Mi rubia esta noche se llama warsteiner, es alemana me dijo al oído…me
lo dijo dulcemente al oído en aquella góndola de supermercado. Qué loco que
nuestra historia de amor haya comenzado ahí donde yo, un simple mortal con mi
harapienta vestimenta y mi pelo enmarañado la encontró sola, casi a la espera.
Presentí que la rubia me estaba esperando, también había morochas y
pelirrojas... pero mi madre siempre tuvo razón, a mí me tiran siempre las
rubias.
Estamos a solas en esta triste y oscura habitación besuqueándonos los
dos. El pico caliente, el litro se mueve por mi sangre. Ya solo queda acariciar
ese culo mezclado con mi baba.
Queda ver que mi billetera no tiene otro peso para comprar otra. Queda
reconocer que estoy en la miseria y que esta botella, esta rubia, esta alemana
hecha con agua del Río de La Plata me va a dejar con las ganas. Queda reconocer
que solo fue mi compañera por una noche, noche fría en la que me sentí un poco
menos solitario...un poco más borracho... un poco más pirado, retorciendo
palabras y recuerdos.
Otra rubia que me enamora y me deja. La próxima probaré con una roja,
una negra, una ipa y una apa y veremos qué pasa en esa orgía etílica de
lúpulos, malta y cebada… y a ver si mi alma se emborracha y se desarma para
siempre.
19 de noviembre de 2024
Lucas Valentín Juárez
Lucas Valentín Juárez: Trovador intergaláctico, le ha dado 20 vueltas al sol. Reside
en lo profundo del conurbano espacial, en Gregorio de Laferrere, y normalmente
suele ser avistado en la Escuela de Arte Leopoldo Marechal; es estudiante y
futuro docente de la dramaturgia sideral.
Náufragues
Divagan por el infinito.
Unes naufragues
estelares,
extraviados en la
extensión
del piélago cósmico.
Un extraño planeta los
acoge.
Paran en el verde jardín
de un laboratorio
espacial.
Subsisten a base de
hierbas
que este planeta
desconocido les brinda.
Bocanadas púrpuras se
esfuman
hasta perderse entre los
gases espaciales.
Montañas de agua
azotan sus tierras…
¿Tierra?,
¿Acaso podrán llamarle
tierra
a la materia
fluorescente
que sostiene sus pies
pegados a la superficie?
Dramas de años luz.
Amores fugaces
y ventanas con vistas al universo.
Supieron levantar
escenarios
sobre los endebles
cimientos.
Los nuevos dramaturgos
cósmicos.
Poetas extraterrestres
invadieron el
laboratorio.
Develando que el
universo
no es más que un sinfín
de metáforas.
Estridulación.
Música para estos
viajeros.
Gotas brotan del piso
cuando comienzan a
entonar
esas extrañas melodías.
Unos cabeza de asteroide
en la velada sideral.