30 de noviembre de 2024

Agustina Belén Juárez

 



Agustina Belén Juárez: Poseedora de 22 años de vida. Habitante del Partido de La Matanza y feminista, estudiante de trabajo social y luchadora de las causas justas es amante del conurbano bonaerense y se dedica a poner en palabras la realidad que todos ven, pero por desgracia nadie quiere mirar. 

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Amanece un día cualquiera.

Sale el sol.

Acá siempre está oscuro.

Mientras tanto, santos, vírgenes y el papa siguen estampados en alguna pared.

Viseras patean pelotas con los pies descalzos.

Otras tantas buscan colillas de algo para fumar entre las hojas caídas de un árbol de otoño.

Algunas, en una bolsa de poxi-ran esperan encontrar un destello de esperanza.

Pasillos infinitos con ofertas que destilan los sueños de los que buscan un poco de amor.

Las calles rebalsadas con el hedor del conurbano,

con la yerba mala que nunca muere.

Esa que molesta y pudre a los que no entienden sobre poner las manos en el fuego una madrugada de abril.

¿Puede crecer una flor en un basural?

¿Puede un basural convertirse en jardín?

Un viaje en el más rápido del oeste puede convertirse en un desparramo de preguntas que siguen buscando respuestas en el crudo frío de la noche.







Las niñas que habitan en mí



Entre paredes con humedad

y balas perdidas

crece mi niña.

Entre vidrios rotos

y corazones partidos

juega con su muñeca de trapo.

Entre sirenas de patrulleros pasando

y carros con caballos galopando

construye sus sueños de estación.

Entre gritos feroces y cachetadas en el lomo

espera que alguien,

en algún momento,

en algún lugar,

recuerde que en su tierra habitan niñas que juegan y sueñan

entre pólvora de un gatillo perdido.

 

 

29 de noviembre de 2024

Nélida Magdalena Gonzalez

 


Nélida Magdalena Gonzalez

 

El lugar donde se cumplen mis deseos

¿Cuántos años pasaron? Casi no recuerdo, porque el tiempo se subió a una máquina veloz y aceleró los relojes y el paso de los días y los meses. Los años se adormecieron dentro de un tornado de emociones y se elevaron alto, como un cometa, sin rumbo. No tengo noción del tiempo que pasó, pero volví.

            El médano más alto, hoy parece abrazarme y recordarme. Me siento sobre la arena y dejo que acaricie mis piernas, que ahora, ya no son tan delgadas ni tan firmes. Preparo mate amargo mientras escucho el sonido de las olas rompiendo mis ilusiones contra la escollera. Una brisa suave mueve en vaivén mis cabellos, que ahora, son largos. La brisa se transforma en niña y, con sus pequeñas manos, quiere trenzar mi pelo. El aroma de la yerba mate húmeda me resulta placentera y, aunque estoy en el mar, me transporta a los yerbatales verdes que mecen sus ramas al compás de los rayos de sol.

             A lo lejos se pierde un velero antiguo, ese que hace unas horas, hablaba con las gaviotas cerca de la playa. El horizonte se dora con los colores de un atardecer tranquilo, sedoso. El velero que cerca de la playa se veía blanco se tiñó con los cristales dorados. A una gaviota que hablaba con él, le entregué mis sueños, para que los deposite en la proa y avancen con el viento azulado.

            Antes de que desaparezca, agarré los binoculares que guardé en mi bolso. Me paro y observo detenidamente, puedo leer lo que sobre la vela enorme hay escrito, algo que sé que solo yo puedo divisar. Las letras se distinguen en colores verdes, amarronados. Me embarga la emoción, allí va escrito mi pedido y mi sueño… “Quiero paz para mi amado pueblo”.

 

 

 

 

 

 

Milagros Pangaro


Milagros Pangaro, de Ramos Mejía en La Matanza, Buenos Aires, es una escritora y poeta
con mucho de barrio. Su estilo mezcla lo urbano con lo personal, sacando inspiración de las calles y vivencias del conurbano bonaerense. Además de escribir, se dedica a la enseñanza, armando talleres re didácticos para pibes. Su obra habla de amor, pérdida y aguante, mostrando una sensibilidad única y una conexión profunda con su gente y su cultura.

Los Balbuceos del Amor en Ramos Mejía

La estación de Ramos Mejía, con sus luces de neón titilando y los trenes rugiendo como
bestias enjauladas, siempre tenía un aire de tragedia. Era ahí donde nos encontrábamos, entre
los vendedores ambulantes y los viajeros apurados. Era nuestra rutina, pero también nuestro
escape.
Era de noche, y el aire estaba impregnado del olor a panchos y frituras, una mezcla
nauseabunda que, sin embargo, ya nos era familiar. Clara y Leo, dos almas perdidas en un mar
de concreto y humo, se miraban con ojos llenos de historias no contadas. Se habían conocido
cuatro años atrás, una historia de amor que se fue cocinando a fuego lento, como esos guisos
de la abuela que parecían mejorar con el tiempo, aunque a veces quemaban.

—Viste, Clara, cuando uno está enamorado, parece que solo puede decir boludeces —dijo Leo,
con una sonrisa cansada en su rostro. Su voz rasposa era un eco de tantas noches sin dormir,
de tantas palabras susurradas y gritadas a la vez.
Clara asintió, su mirada perdida en algún punto entre las vías y la luna. —Es que el amor te
hace balbucear, ¿sabés? Decimos cosas obvias, repetimos lo mismo, pero en realidad estamos
tratando de encontrar el modo de decir lo que sentimos de verdad.

—Pero, ¿qué es lo que sentimos de verdad? —preguntó Leo, encendiendo un cigarrillo. El
humo ascendía en espirales, como sus pensamientos—. Es como si el amor fuera una excusa
para no enfrentarnos a nosotros mismos.

—Es más fácil decir 'te quiero' que enfrentarse a los propios miedos —dijo Clara, y se mordió el
labio. Sabía que Leo tenía razón, pero también sabía que el amor, con todas sus palabras
torpes y sus silencios incómodos, era lo único que les quedaba.

Leo soltó una carcajada amarga. 

—Somos patéticos, Clara. Pero prefiero balbucear y decir
obviedades contigo que vivir en el silencio.
Las palabras de Leo resonaron en el corazón de Clara, como un eco que se repetía una y otra
vez. Sabía que la vida era dura, que el amor era solo una parte de una existencia llena de
miseria y lucha. Pero en esos momentos de balbuceo y obviedades, encontraba un pedazo de
humanidad, un refugio en medio del caos.
El tren llegó, y con él, un nuevo comienzo o tal vez solo otro final. Se subieron sin decir más,
dejando que el silencio hablara por ellos. Pero en ese silencio, en esos balbuceos y
obviedades, encontraron una verdad que solo ellos podían entender: el amor, en su forma más
cruda y conurbana, era lo único que les daba esperanza.
Y así, entre el ruido de las vías y el ajetreo de la estación, Clara y Leo se aferraron a sus
balbuceos, sabiendo que a veces, decir obviedades era la única manera de expresar lo que el
corazón realmente sentía.

28 de noviembre de 2024

Milagros Antonella Biase Sanchez

 


Milagros Antonella Biase Sanchez: Nació el 6 de junio de 2004 en el partido de La Matanza y creció en la localidad de González Catán. A sus 18 años público el cuento infantil “Bauti, el niño con aparatos mágicos”, un cuento que habla sobre discapacidad, y a sus 19 años publicó “Somos, fragmentos de un alma rota” un libro sobre salud mental.

 

Oscuridad

 

El sol se escondió con la excusa de que anochecía.

 

Yo sé que no es cierto, el sol nunca se esconde

cuando todo está en calma.

 

Algo está pasando, y no comprendo qué.

 

El día que tuve que abandonar mi hogar y dejar a mis hijos fue el día que el sol partió, como si hubiese partido junto a ellos.

 

Lo hice por necesidad, quise darles una mejor vida.

 

Pero nunca supuse que el sol iría a desaparecer

 ¿Quién imaginaría semejante suceso?

 

A mi vida la empezó a acompañar la luna,

que nunca fue una buena amiga.

Me recuerda que mis días son de pura oscuridad

y qué curioso, porque ella es quien ilumina la noche.

 

La luna es fría, la noche es fría, siempre.

 

Dormir en las calles no siempre es divertido,

y mucho menos si la tengo de testigo,

 atormentando con su mirada.

 

No sé cuándo volverá a radiar el sol,

tampoco sé cómo estará mi familia.

 

¿Podrán ellos ver el sol? ¿Serán oscuros también sus días? ¿Entenderán por qué no están conmigo?

 

Hoy, ya se cumplen 14 años

de que el sol partió de mi vida.

 

Aún sigo con fe de que algún día

 volverá la luz, el calor del día.

 

Aún tengo fe, de que volveré a mi hogar.

 

 

27 de noviembre de 2024

Marcelo Tittaferrante

 


Marcelo Tittaferrante: Nacido en 1967, Buenos Aires. Cuarta participación en Antología de Autores de La Matanza. Blog de cuentos y poemas: “Crea climas y te lloverán los ojos” marcelotittaferrante.blogspot.com
marcelotittaferrante@gmail.com

Minotauro




Cuando Teseo se enfrentó a la bestia no esperaba que fuera tan grande. A pesar de su valentía, por primera vez sintió el estómago retorciéndose. Debía matarla para liberar a Atenas de los sacrificios impuesto por Minos, rey de Creta.

El intrincado laberinto le había demandado mucha energía. Dos días sin alimentos ni agua, desenrollando inmensurables cantidades de hilo para poder hallar el camino de regreso. Inicialmente le había parecido una excelente idea, pero en esa instancia estaba convencido de que había sido un gran error.

El Minotauro devoró a Teseo, siguió el recorrido del hilo y desposó a su hermana Ariadna.



Sin efecto




En un lago de Beijing una mariposa es atrapada en pleno aleteo por la pegajosa lengua de un sapo.

En Nueva York el sol resplandece.

26 de noviembre de 2024

Melisa Osuna

 


Melisa Osuna: Es periodista, licenciada en comunicación y docente. En su camino literario lleva publicados cuatro libros: El lugar Feliz y otros cuentos (2020) Melodías de otoño (2021) Nubes de primavera (2022) y Siesta de verano (2023) y Lazos que nos hacen familia (2024). Además, ha participado en múltiples antologías.

 

Amor de verano

 

Obnubilado
el juicio
perece
evanescido.

Brocado
de atardeceres
y anhelos
almibarados.

Todos los veranos
caducan
como sus amores
irreverentes.

Nuestro juicio
se funde
con el crepúsculo
adamascado.


Nuestras almas
-en eterna adolescencia-
bailarán cada enero
para despedirse después.

¿Hay mentira
en la verdad?
susurran
tus labios pueriles,
agrietados
tras los años.

 

 

 

 

25 de noviembre de 2024

Melisa Gentile

 


Melisa Gentile: Es docente, escritora y narradora. Tiene varias publicaciones de literatura infantil y ha participado en una antología de cuentos para adultos comercializada en Colombia. Conforma “El Cofre Literario”, compañía con la que realiza narraciones y talleres de arte. Coordina encuentros de escritura creativa. Su última publicación fue presentada este año en la Filba bajo el sello editorial Aique.

 

Jazmines para no olvidar

A veces parece que todo termina...los días, las amistades, las parejas, los atardeceres, los sueños...Pero hay algo que quedó para siempre: es el aroma de los jazmines que me traías de tus caminatas por el barrio. Los cortabas del jardín de doña Estela. Vos, decías que lo hacías sin que nadie te viera. Yo, creo que ella te los daba, pero me mentías porque querías que la historia fuera más emocionante para mí. Juntas, los poníamos en un florerito que había pintado con témperas en la escuela, y nos asombrábamos de los pimpollos que aparecían en las mañanas siguientes… y los olíamos y los llevábamos de ambiente en ambiente para que nos perfumaran la casa entera y pensábamos que una flor no podía ser tan naturalmente blanca y perfecta y que no había aroma más exquisito que ese.

Hoy, paso por la vereda de doña Estela y ahí están ellos, esperando que tus manos los lleven a las mías. Y aunque ya no estás para recibirlos, yo paso y vos volvés a mí en ese aire que me envuelve y huele a jazmín. Es difícil describir lo que siento, por eso a mí, me gusta decir que se me “jazminean” los sentidos. Y entonces, vuelvo a ver tu sonrisa pícara emulando el delito de robar flores ajenas, siento en mi piel tus manos llenas de surcos de vida entregándome esos ramitos que contagiaban alegría y tu voz, siempre tu voz, que vuelve a mí con esas flores que me demuestran que a veces, parece que todo termina ...pero no.

 

Primera lágrima

 

Cayendo voy por esa ladera porosa. Caigo con la fuerza de la primera roca que anuncia el derrumbe total. Nada ni nadie podrá detenerme en esta carrera que inicio llevando conmigo el dolor más intenso que una persona puede sentir. Cargo en mi pequeño y translúcido ser, un manojo de recuerdos de momentos felices, pero también, llevo la imagen de la última vez que lo vio: enfermo, pálido, apagado.

Sé que seré la valiente que se anime a dar el primer paso de lo que será una catarata doliente y embravecida. Sé que la haré sentir mal, pero a la vez, sé que ella me necesita.

Su hijo, con la inocencia y la sabiduría que sólo permite la infancia, le pide – no llores mamá, papá va a cuidarnos desde el cielo – pero ya es tarde. Somos un ejército que ataca.

24 de noviembre de 2024

Marta Martínez

 


Marta Martinez: Oriunda de Ramos Mejía. Participó en las siguientes Antologías: “El Libro de los Talleres” 2012 al 2018 y en “Sucedió Bajo La Luna” de Editorial Dunken.  “Tiempo Para Niños”, “Tiempos de Chocolate y Rosas”, “Tiempos de Luna Naranja”. Del 2019 al 2022 colaboró en la coordinación del taller Letras y Sueños poesía. Participó en Autores de La Matanza de la “Antología de poemas y relatos” de la 2ª a la 10ª” edición. Y desde el 2009 participa en la Feria del Libro de La Matanza.

 

Retazos

 

Tienes 6 años, cursas el primer grado. Vives en un pueblo chico, donde todos se conocen. Tanto, que, aun siendo pequeña, tu madre te envía con un papelito hecho un rollo, con el dinero adentro; donde dice lo que debes traer del almacén. Allí te atiende un hombre que te parece enorme con el pelo rojizo y mejillas coloradas.

¡Hola linda! –Dice- mientras con dos dedos de su manota toma tu cachete y lo aprieta en forma de saludo. ¿Cómo están tus papás?

Bien respondes a punto de llorar del dolor.

Luego te olvidas del almacenero, y te alegras, cuando tu madre te ata con un moño gigante el delantal blanco impecable y te peina para ir a la escuela. Como tienes el pelo largo, te trenza con una cinta llena de florcitas pequeñas de todos los colores.

Eso te gusta. Te gusta el camino que recorres hasta llegar a la escuela. Te encanta cruzar ése campo lleno de flores, que nadie te impide cortar. Crecen solas junto a los tréboles y son tan libres como el viento. Eliges las violetas son tus preferidas para el ramo que luego le entregarás a la maestra.

La señorita recibe las flores con una sonrisa.

¡Hay Martu, Martu! Es hermoso el ramo, pero debes llegar a horario.

Pero bien vale la pena retrasarse en ése campo poblado de duendes y flores. ¡Pero de repente cuando menos lo esperas lo ves a él! Ahí está orgulloso de que lo hayas encontrado escondido entre tantos.

Es el trébol de cuatro hojas, verde con manchitas más claras que luego guardas como tesoro en las páginas de tu cuaderno, para orgullosa mostrárselo a tus compañeras.

Y ahí está tu madre esperándote con la merienda cuando llegas cansada de la escuela. Siempre con el delantal que cubre su vestido. Es un delantal multiuso. Le sirve para no ensuciarse cuando cocina, se lo levanta formando un hueco tipo canasta cuando recoge los huevos del gallinero, o cuando junta de la huerta unos tomates aquí, un morrón allí y todo lo necesario para la comida del día. El delantal es único para tu madre, de mucha utilidad. Solo se lo saca si viene visita o tiene que salir.

Retazos por aquí, retazos por allá. Son retazos de vida.

 

 

23 de noviembre de 2024

Mariel Bolasell

 


Mariel Bolasell: Nació el 20 de octubre de 1997. Es bibliotecaria y ávida lectora. Le gusta experimentar con diversos géneros literarios. Sus cuentos y poemas circulan por algunas antologías y revistas literarias.

 

Se apagan las luces

 

Se apagan las luces

No hay internet

Comienza el tintineo

Campanas de conexiones

Donde se materializa el boceto:

 

Es un monstruo

Y está enojado.

Es la ira, que destruyó el límite.

Es la monotonía, que colonizó estas tierras.

Es el grito, que se hizo bandera.

Es el puño, que golpea el espejo.

Es la risa, que está en llamas.

Es el “hasta luego”, que jamás volví a ver.

Es la mano amiga, que me soltó hace años.

Es la pregunta, que viene con su tropa.

Es la mugre, que de tanto amontonarse le salieron ojos.

Es el alcohol, bebida oficial del nuevo reino.

Es el recuerdo, siempre, el recuerdo.

 

 

En el Estado de catástrofe

 

Despertarse en un grito,

un grito que se materializó.

 

Ahora es forma,

sabe viajar en el viento.

 

Alcanza cada oído,

hace nido en los cuerpos.

 

Una presencia constante

en la arteria del cuello.

 

Llega a los más insólitos recovecos,

sabe moverse con fluidez.

 

No hay forma de sacudírselo

o quitárselo a arañazos.

 

Aturde y estremece al principio

luego uno se acostumbra.

 

 

22 de noviembre de 2024

Marcelo Alejandro Farias

 


Marcelo Alejandro Farias: Nació el 3/7/1987. Tiene varios cuentos y novelas publicadas. Participó en eventos, incluyendo la Feria del libro de Buenos Aires, la Feria del libro de Merlo y la Feria del libro de La matanza.

 

Detrás de la máscara

 

Acababa de mudarse. Era la primera vez que vivía sola. En ese momento estaba acomodando cajas. Algunos amigos la habían ayudado, hasta que se hubiera acostumbrado y se las pudiera arreglar sola.

Hacía tiempo que la casa estaba deshabitada. No había herederos. Nadie recordaba quién vivía allí antes. Hubo que esperar a que el gobierno interviniera para que se pudiera disponer de la casa. Cuando finalmente ella se mudó, se encontró con que lo único que quedaba de su antiguo dueño era un armario pequeño.

Limpiando el mueble que le acababan de traer, encontró una máscara en uno de los cajones. Aunque era gruesa y dura, se parecía mucho a un rostro humano. Del otro lado era de un negro tan oscuro que no había luz ni sombra. Imaginó cómo reaccionarían sus sobrinos, que llegarían en unas horas. Se la puso.

Se adaptaba muy bien a la forma de su cara. Sin necesidad de sostenerla, se miró en el espejo del rincón. Ella miró el hombre anciano que formaba su máscara. Fue un instante, en el que sintió que se desvanecía y su rostro se escapaba. Un segundo después, el hombre se quitó la máscara de la mujer y apareció en la habitación.

 

 

La desilusión

 

Carlos despertó confundido. Estaba en el suelo, en la casa de su compañero. Llevaba su uniforme de policía. Leandro había dejado de ir a trabajar hacía varios días, sin dar explicaciones. Cuando hablaron por teléfono lo notó raro. No quería decir qué le pasaba. Así que decidió ir a verlo.

Escuchó un ruido. Se incorporó. Leandro apareció asustado. Al verlo retrocedió. Otra figura entró. Era igual a Carlos y llevaba pistola. Él sacó la suya. La figura se dio vuelta. Tenía una expresión extraña, como burlándose. Carlos no se reconoció en él. Por el contrario, estaba paralizado. Se colocó entre Carlos y Leandro. Levantó su arma. Ambos dispararon. La bala atravesó la figura e impactó en su amigo.

La figura miró el lugar donde debió impactar la bala. Volvió a observar a Carlos y se desvaneció, sin cambiar su expresión. Leandro lo miró fijo, sin decir una palabra. Permaneció inmóvil unos segundos y luego se derrumbó.

21 de noviembre de 2024

Marcela Lucas

 


Marcela Lucas: Profesora de Literatura, Especialista en Ciencias del Lenguaje y en Pedagogía de la Lectura. Diplomada en Literatura infantil (UNVM). Maestranda en Literatura para niños (UNR). Coordina Talleres de literatura en La Cachirula, Espacio Cultural; participa de Talleres en el Hospital Balestrini y en la UP 43. Además, forma parte de la Cátedra Abierta Intercultural.


Poema I

 

Hubiera podido ser tejedora

pasaba largas horas viendo las agujas de mi abuela

un punto adelante, un punto atrás

dos agujas, una

vareta simple, doble, punto arroz, Santa Clara

 

Hubiera podido ser costurera

mi mamadre presionaba el pedal

yo veía las manos girar las telas

convertir la batista en camisa con volados

el chintz verde, en pantalón de fiesta

la gabardina azul francia, en pollera plato

 

Hubiera podido, pero no

 

Yo doy un punto adelante y otro atrás

doy vueltas y remiendo palabras

¿o me remiendan ellas?

y escribo

 

 

a veces

solo un hilván

un pespunte

una sutura

 

otras

un tejido que necesito deshacer

 

no creo que mis hilos abriguen

ni que vistan de fiesta

 

¿para qué escribo?

 

Uvas

 

El abuelo elige un racimo

me lo ofrece con sus manos gastadas

de trabajar la madera

 

sus ojos sonríen

en los míos

 

 

 

20 de noviembre de 2024

Luciana Villalba

 


Luciana Villalva (Lucian): Una escritora y editora de La Matanza. Nació en 1994 y se crió en Gregorio de Laferrere. Escribe desde su adolescencia en internet, lo que la llevó a publicar su primera antología de poesía “Ahora no, estoy muy ebria” en 2016 bajo el sello Ediciones Francia. En 2017 inició su propio proyecto editorial “La Indiegestada ediciones” donde publicó de manera autogestiva varios títulos propios de poesía y narrativa, entre ellos “Todxs estamos en una” (2017), “Gederación 94”, (2017) “Ahora no, estoy en cuarentena” (2021) y plaquetas, libros y fanzines de otros autores independientes. Estudió guión cinematográfico en la ENERC y actualmente termina sus estudios de la carrera Edición Editorial en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA.

Historia del vagabundo y la rubia

 

El hotel de familiar no tiene nada, escucho gritos y peleas mientras estoy con mi novia. Es una rubia muy fría, más fría que esta noche. Entre el quilombo del fondo me abstraigo y la observo con mi mirada tierna y salvaje, como un tigre a su presa, listo para atacar. Ella está sentada sobre mi mesa, casi al borde.

La miro fijo, la agarro y le doy un beso; más que un beso es un pico inocente hasta que por fin juntamos nuestras bocas. Dos agujeros redondos profundos. La tomo del cuello suavemente, la acaricio con mis dedos. Su cuerpo es esbelto, firme, transpirado, con marcas de gotas que se le resbalan. Su traje esta vez es de color dorado con brillos negros, suele ser de otros colores, pero hoy vino con este que le queda muy bien, ha sido pensado por algún diseñador importante... no lo sé, lo que importa es que le sienta bien, que vende su imagen y yo la compré.

Mi rubia esta noche se llama warsteiner, es alemana me dijo al oído…me lo dijo dulcemente al oído en aquella góndola de supermercado. Qué loco que nuestra historia de amor haya comenzado ahí donde yo, un simple mortal con mi harapienta vestimenta y mi pelo enmarañado la encontró sola, casi a la espera. Presentí que la rubia me estaba esperando, también había morochas y pelirrojas... pero mi madre siempre tuvo razón, a mí me tiran siempre las rubias.

Estamos a solas en esta triste y oscura habitación besuqueándonos los dos. El pico caliente, el litro se mueve por mi sangre. Ya solo queda acariciar ese culo mezclado con mi baba.

Queda ver que mi billetera no tiene otro peso para comprar otra. Queda reconocer que estoy en la miseria y que esta botella, esta rubia, esta alemana hecha con agua del Río de La Plata me va a dejar con las ganas. Queda reconocer que solo fue mi compañera por una noche, noche fría en la que me sentí un poco menos solitario...un poco más borracho... un poco más pirado, retorciendo palabras y recuerdos.

Otra rubia que me enamora y me deja. La próxima probaré con una roja, una negra, una ipa y una apa y veremos qué pasa en esa orgía etílica de lúpulos, malta y cebada… y a ver si mi alma se emborracha y se desarma para siempre.

 

 

19 de noviembre de 2024

Lucas Valentín Juárez

 


Lucas Valentín Juárez: Trovador intergaláctico, le ha dado 20 vueltas al sol. Reside en lo profundo del conurbano espacial, en Gregorio de Laferrere, y normalmente suele ser avistado en la Escuela de Arte Leopoldo Marechal; es estudiante y futuro docente de la dramaturgia sideral.

 

Náufragues

 

Divagan por el infinito.

Unes naufragues estelares,

extraviados en la extensión

del piélago cósmico.

 

Un extraño planeta los acoge.

Paran en el verde jardín

de un laboratorio espacial.

 

Subsisten a base de hierbas

que este planeta desconocido les brinda.

Bocanadas púrpuras se esfuman

hasta perderse entre los gases espaciales.

 

Montañas de agua

azotan sus tierras… ¿Tierra?,

¿Acaso podrán llamarle tierra

a la materia fluorescente

que sostiene sus pies pegados a la superficie?

 

Dramas de años luz.

Amores fugaces

y ventanas con vistas al universo.


Supieron levantar escenarios

sobre los endebles cimientos.

Los nuevos dramaturgos cósmicos.

 

Poetas extraterrestres

invadieron el laboratorio.

Develando que el universo

no es más que un sinfín de metáforas.

 

Estridulación.

Música para estos viajeros.

Gotas brotan del piso

cuando comienzan a entonar

esas extrañas melodías.

Unos cabeza de asteroide

en la velada sideral.