Teresa Inés Vilas
Sábado I
Un día salió el sol, luego de la intensa lluvia. Yo en casa mirando
desde la ventana chiquita con el vidrio empañado, sucio.
Encerrado hace dos días, con mi perro al lado y Gastón, Diego y Felipe
esperando el milagro que la lluvia pare de una vez. ¡La pelota ahí esperando y
el campito chorrea agua y esas burbujas gordas que se rompen y se arman otra
vez! Llega la noche, este oscuro da miedo.
--Poné la mesa –dice mi abuela y el olor a guiso me despierta, de reojo
veo la lluvia, sigue, no para. Como y vuelvo a la ventana, no se ve nada la luz
de la calle y los relámpagos asustan.
Sábado II
Dejó de llover, desde mi ventanita la veo …la canchita, refleja el agua
estancada, el cielo, brillo de barro blando. Ranitas saltan felices, no se
imaginan que poco dura ¡esa quietud!
Ya un amigo se acerca, pisotea charcos, viene otro y otro y yo pelota en
el brazo abrazando en ese ángulo amigo que me hace fuerte, grande, héroe. Mi
perro al lado es un jugador activo cuando estoy solo.
Juntos ahí el agua nos moja los pies, nos desafía, el partido espera,
más jugadores hay agua por todos lados zafan los arcos inventados. Solo barro y
pasto, la redonda espera.
¿Acá resolvemos fácil, Che empezamos? Se escucha. El sol te quema, vuela
la ropa, pateamos, gritamos, puteamos. Hacer gol, milagro será, no pica, primer
revolcón, ella queda abajo y tres cuerpos mojados, embarrados para agarrarla.
Se pudrió todo, la lagunita ¡pide más que el fulbito! Chapotear es lo de hoy, el juego: revolcarse
en el agua fresca, esto está lindo, salió el sol y se disfruta.
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