Sergio Ruben Neinadel
Los vuelos de la vida
Abrió la portezuela y me empujó. El frío me trajo a la realidad trágica
de lo increíble. Tanto aire me impide respirar mientras caigo irremediablemente
de aquel Hércules de la Fuerza Aérea. Caer o volar responde a los mismos
principios de la aerodinámica y las leyes gravitatorias. Y siempre hay un final
de la caída. Podría no haber sido secuestrado y haber huido por la frontera del
noreste. Podría haber intercambiado mi vida por algunos nombres. Podría haberme
prestado para pasarme a sus filas y valer lo que vale un traidor, pero acá me
encuentro cayendo como una piedra, como una gota de lluvia, como una idea en el
olvido o un alma en la decepción. Que estúpido recuerdo este de saber que mi
velocidad es de 9,8 metros por segundo y el haberme apuntado con un diez en la
clase de física gracias a repetir lo que de mí se esperara que repitiera. Ser
ateo y habitar por un rato el cielo mientras la cristiandad me ignora es
irónico. ¡Cómo me gusta el Río de la Plata! Nací con una sudestada y moriré en
otra.
Cuando quise mostrar mi bravura a los siete años salté a la piscina en
la parte honda y a la vista de todos que luego, rieron de mi planchazo y pienso
que ninguno de aquellos reidores verá este porrazo que superará en coraje,
impacto y consecuencia a aquel de mi infancia. Ojalá supieran como amo a los
que amo y que rápido he descartado a los que me han obligado a volar como Supermán,
pero sin capa y solo lamento que ya no tengo tiempo para despedirme de ti.
Historia remendada
Historia remendada la de
América,
hija de promesas rotas.
Una y otra vez la
memoria intenta con las hilachas del pueblo
un poncho patrio.
Con manchas de sangre un
ceibo nos recuerda
una estirpe del río.
Apuntan flechas de
cardones como el sol argentino
las que van contra el
hambre
colonizado.
Murmuran colibríes,
gritan horneros
por anunciar un tiempo
de justicia
para los que trabajan….
mientras nosotros
escribimos
sobre esta arena.
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