Max
Dionic
Nació en Ezeiza, pero vive en Ciudad Evita desde 1961.
Es docente de educación secundaria en Lengua y
Literatura.
Ama caminar por las calles diáfanas de la ciudad que la
vio crecer.
Desde 2020 participa del Taller de escritura autogestivo
"La Cachirula".
Ha publicado Popurrí
(2022) y Azul Celeste Amarillo
(2023).
Participó en las antologías: Plural, Memoria, Lo que florece, Casa libro y En la tarde ... poesía.
Almas que han estado atascadas, inmóviles, allí sin
saberlo, parecen convertirse en abrazos
inesperados que ponen luz a esas lunas.
Bidimensiones estelares que en el cielo no están. Etéreas
blancas en voz sublime bisbisean.
¿Cómo decirles
estoy aquí, cuando ya me he ido? ¿Cómo me reconocerán?
De dimensión se habla, cuéntenme, díganme si de algunos de
esos planos no concretos, alguien los ha sorprendido, se ha manifestado.
En mi dimensión pasa el tiempo. En pocos sueños los he percibido. ¡Qué lindo
cuando los evoco!
¿Fraternidad?
Yo diría cofradía. Cofradía de esa que supera el porqué de sí misma. Porque hay una sustancia
que corre a través de tiempos inconscientes (inmemorables), subyaciendo en eso
llamado familia.
Genética a la que no siempre puedes escapar. Genética que
implica un laborioso y consciente trabajo contigo mismo.
Hematíes con historias que ya están. Historias
inconscientes que salen afuera sin nosotros saberlo. Ese círculo infinito se
repite generación tras generación. Hipérbole de cosas que no se llegan a
comprender trascendiendo el hipérbaton del propio ser.
Icónico el destino de alguno de nosotros que no elegimos
descender de ibéricos, de seres de otros lares, pero, sí lo somos. Heterogeneidad
americaafroeuropea descendiente, paleta de creencias, fe y colores.
Jactarse de raza pura, algunos pretenden, solo jurel de
baja calidad diría yo si jerarquiza se los pudiera, y hasta no sé si les falto
el respeto al pobre bicho.
¿Kantiano,
deberíamos ser para dilucidar este berenjenal?
O será el karma que existe según lo que sostienen los budistas y el
hinduismo.
¿Lamentable
confusión, o reflexión del ser que habita en cada humano? Llantos que enjugan
lágrimas que suelen llenar lagares con desconsuelo de desencuentros.
Mundo extraño, este, el llamado tierra, habitado por
humanos que se desconocen como tal.
Nada, nada escapa a la verdad; siempre que uno quiera
conocerla. ¿No crees?
¿Ñoños serán quienes se preocupen por el ser, la
ascendencia, la esencia y el homínido que habita en cada uno de nosotros?
Onas, ombúes, tierras fueguinas, habrán existido en la
“hominización” del planeta mientras sucedía el bipedismo de los primates?
¡Pintecantropus,
primates, homínidos! He aquí la raza humana. Esto dice la teoría evolucionista.
Quizá por el cambio evolutivo tan acelerado que hemos
presentado, cerebralmente, nos hemos alejado tanto, ¿tanto? de los simios.
Bueno esa parece ser la teoría científica.
Rumores, ruidos que han acontecido a lo largo del tiempo
donde según parece, lo evolutivo nos alejó de los primates, aunque aún, no
encontramos el génoma del hombre y no hay reconvención entre primates y
homínidos.
Socabarnos quisieron, sensatos y sensible no fueron,
socavón de minerales sepultaron a los nuestros. Hoy litio exportamos por pocos
centavos. Dispositivos digitales casi
todos tenemos a precios incorrectos.
Salir del sistema deseamos. Difícil nos es, globalizados estamos. ¿Será
que el ARSAT-2 nos una definitivamente como latinoamericanos?
Todo es parte de un todo. ¡Qué sola me siento! ¿Quiero ser
parte del todo?
Unida al Eternauta, y a la Cachirula con Marcela podré
zambullirme en distopías de caramelo, y chocolate amargo con dulzor.
Valor hay que tener, para sacar de ahí adentro lo que por
tiempo quedó, y se vuelve palabra cada lunes cuando a las seis de la tarde sin
guitarra ni acordeón todos cantan al son de buen disparador.