Almohadillas con historia
Sentí las huellas corretear las luces de mi habitación. Pelos cálidos, sonrisas con ronroneos,
lamidas de afecto. Era mi gato Rómulo, su nombre proveniente de aquella leyenda
donde la loba ¡ya saben! Roma en cuatro patas, yendo y viniendo.
Sus ojos siempre me parecieron un enigma,
cruciales, definidos, intensos. Esta especie era venerada en Egipto (la diosa
Bastet es probablemente la deidad felina más conocida de Egipto), es que se
creía que estos animales tenían cualidades similares a los dioses y
probablemente adoraban esa independencia que tanto los caracteriza y su
ferocidad.
Más de una vez, me llevé un susto con
Rómulo, y yo, creyéndome un Remo, temía que me atacara, pero él siempre sabía
convidar su magia, con su pelaje de encanto, su calor felino, y esos bigotes
que cuando tocaban mi rostro, me elevaban hacia otras dimensiones. Me veía como
en ¡Egipto! junto a las pirámides, tesoros de arena, el sol brillante y las
paredes con dibujos impresionantes, retumbando todos mis sentidos.
De repente se encendió la tele y caigo,
estoy en la cocina por beber algo fresco, para que me devuelva a mi cotidiano.
Comienzo a ver las noticias y la hambruna actual es impactante. Nadie llega a
fin de mes, los alimentos se elevan hacia otras galaxias, la fruta y la verdura
¡incomprables! Los lácteos son tan costosos que parece que provienen del
planeta Marte. El pan es un alimento sobrevalorado en estos días. ¿Y la carne?
¡un lujo de pocos! Y ahí es cuando me pregunto «¿Qué come la gente?».
En los 90 se rumoreaba que comían gato.
¿Queeé? ¿Gato? Me preguntaba. Y ¡Sí! Tristemente sí. Luego en las noticias ¡lo
vimos todo en aquella época! En una provincia que siempre estuvo cerca (como
decía un cantante) se comían a este animalito, ya no tanto venerado.
Y pensar que Rómulo fue alimentado por una
loba. Ya no hay respeto ni siquiera por lo que hoy denominamos... ¡Nuestra
mascota!
Qué extraño es el ser humano, tan
enigmático y feroz (como los mismísimos felinos), tan cruel como los lobos,
cuando se encuentran en carencia.
La miseria aflora, y el ser humano pierde
su raciocinio. Vaya a saber uno...
¿Dónde lo
dejan guardado?
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