Rueda el bondi por la
autopista rasa
la somnífera
mampara
sostiene los
vibrantes/ cráneos
de quienes
miran los autos
los edificios
pasar
unos borcegos
parados beben del último sol
las superficies
de pronto naranjas
inundan de
frente su luminoso cansancio.
Se escribe sobre cualquier
cosa
El encendedor
de mi bolsillo es de un tricolor difuminado
reviste una
secuencia metálica y cilíndrica
de amarillo violeta
y azul.
La flama
contiene cierta riqueza líquida:
una vez salpicó
lágrimas de gas butano
hacia una
campera verde que no era mía
y al instante
de su eyección formaron gotas de fuego.
Los agujeritos
que hizo consistieron el espectáculo
la pirotecnia tuvo
el rasgo de una dalia incendiada
el humo encarnó
los orificios del nylon
ya en un pedazo
de abrigo sin lugar en lo que existe.
(*) Las hojas infamó de un
alhelí
El agua sideral
que me forjó
las alas di
y solo desertor
a banderas que
de sombra desaté / me recogí
nutrido de
ceniza y para que
Raíz del ébano
Ganas de
llorar. Las tengo magras
me nacen desde
afuera
en el ramaje de
los humos absolutos: colapsa en mis alveolos
su
resquebrajadura
es la pulpa del incendio por mi psique
de papel
son gorriones machucados la
orfandad que me trepana
Qué rico desayunar
En el trabajo
con Guille las mañanas soleadas
un porro de
cloaca olor con terroncitos de nieve
quemarlo en su
auto con las ventanas cerradas
echar el humo a
retazos.
La lentitud nos
envuelve.
(*) Del
poema “A Júpiter” de Luis de Góngora
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