26 de diciembre de 2024

Noelia Medina

 


Noelia Medina

Nació el 25 de mayo del año 1979 en Buenos Aires.

Apasionada de la palabra dedica muchas horas de sus días enseñando lengua y literatura en el nivel secundario.

Es parte del taller de escritura "La Cachirula", lugar de encuentro y resistencia frente a una realidad devenida muchas veces en hostil.

Participó en las antologías: "Casa libro", "Lo que florece", "En la tarde... poesía".


 

I

Sé de miradas que hablan

sé de recuerdos que miran

sé de voces que se pierden

sé pérdidas que lastiman

sé de lastimaduras que cicatrizan

sé de cicatrices de por vida.

 

 II

Tiempos remotos aquellos,

cuando la gente se desnudaba

en bazares de pueblo.

Hoy tiempos de redes...

no tan "sostenes"

de privacidades vapuleadas

Y aun así nadie (les) escapa.

 


24 de diciembre de 2024

Lilia Beatriz Martín

 


Lilia Beatriz Martín
, nacida en San Justo, madre, abuela, docente jubilada. Transcurrió su infancia entre juegos en la vereda y risas con amigos en el barrio de La Tablada. De niña se acercó a la literatura de cuentos y novelas clásicas; ya de adolescente, descubrió las poesías y las novelas de autoras latinoamericanas. Ama la literatura infantil.  Participó en algunas publicaciones relacionadas con las experiencias de sus trabajos en el nivel inicial en la colección de narrativas y relatos pedagógicos. Hoy jubilada y con más tiempo, comenzó a participar del Taller La Cachirula. La antología En la tarde… poesía (2024) incluye tres escritos de ella.

 

 

Era invierno,

sol y viento

y las hojas

              bailaban tornasoladas

    rojas

           naranjas

                         doradas

 

tanta belleza no podía quedar allí

                     solas

 

las junté

y las invité

a un collage

es una forma que sigan aquí

conmigo.

 

23 de diciembre de 2024

Alfredo Anaya


 Cuenta una desconocida leyenda urbana de más de medio siglo que, en el Viejo barrio de Palermo, a pocos días que en Villa Fiorito naciera El fútbol, llegara un niño que, con la misma lógica escorpiana, también "haría historia" (por cierto que más modesta).

En un conventillo situado donde a Borges se le antojara la mítica fundación de Buenos Aires

("....Una manzana entera pero en mitá del campo/expuesta a las auroras y lluvias y sudestadas/La manzana pareja que persiste en mi barrio:/Guatemala, Serrano, Paraguay, Gurruchaga. ..."); fue acunado por una pareja de costureros, un humilde escriba con deseos de poeta y sino de cantor. Con oficio de preceptor de escuela pública a lo largo de 30 años, intentó "picotear" aquí,  allá y no con poca osadía tras un largo derrotero nutrido con diversas aunque tardías lecturas, recalara por fin en La Cachirula, justo cuando se retiraba la pandemia. Allí finalmente comenzaría a aproximarse a su deseo inicial, rodeado de una saludable diversidad compañeril. Participa entonces de las antologías "Plural", "Casa libro" y "En la tarde...poesía". Próximamente verá la luz su primer libro solista...


Elijo I – Alfredo Anaya

 

Del árbol, una hoja elijo ser

que el viento agite

la lluvia bañe

el sol haga vibrar de luz

nueva

cada vez.

Alimentar un bichito viajero

acariciar un pájaro

que canta y canta y canta.

Esperar la llegada del otoño

desprenderme suave
flotar en un último viaje

regresar a la tierra.

 


Patricio Cabanillas


Patricio Cabanillas nace el 16 de junio de 1997 en Parque Patricios, CABA. Su amor por la literatura se despertó a temprana edad, gracias a sus padres, quienes en cada cumpleaños le regalaban novelas como "El señor de los anillos" y "Harry Potter", con las cuales crecería e iría despertando ese amor por las palabras.

Es parte del Taller literario de La Cachirula, donde participó en las antologías literarias:  "Lo que florece" y "En la tarde... Poesía".

En la actualidad, se desempeña como Operador Socio Comunitario en el programa Envión Podés y cursa el profesorado de nivel primario.

Colores – Patricio Cabanillas

 

Nuestros ojos se cruzaron y exploté.

Me olvidé de las palabras y empecé a pensar en colores, sonidos y aromas.

Y te vi, riendo como siempre y brillando como nunca antes había visto brillar a alguien.

Tan simple y compleja a la vez.

Y le pedí a la vida que me deje ahí, que me regale más tiempo de vos y de tus ojos cerrándose por la risa.

Más tiempo de esa electricidad que causa estar cerca tuyo, como si estuviese sintiendo todos los colores juntos recorriendo mi piel.


22 de diciembre de 2024

Noelia Rocío Cariello


Noelia Rocío Cariello

 Nació en San Justo, La Matanza, en 1989. Es docente de Nivel Inicial, Secundaria y Licenciada en Lengua y Literatura. Apasionada por los senderos que le permiten capturar libres atardeceres. En el 2023 inició el taller de escritura en el espacio cultural “La Cachirula”. Allí encontró, entre libros, canciones y respiraciones, el reflejo de la naturaleza. Formó parte de tres antologías: “Casa libro”, “Lo que florece”, y “En la tarde… poesía”.


Silencios por limpiar – Noelia Cariello

 

Mi abuela me contó que a las mujeres nos han 

enseñado a hablar a través de la mirada,

y a tragar las palabras para hacer silencio.

 

Mi abuela se mantiene en silencio y piensa que, 

quizás, mi mirada, mi sonrisa, mi pelo, mis 

gestos y mi cuerpo hablan.

 

Todas hablamos.

Pero ella… ella habla distinto.

 


21 de diciembre de 2024

Stella Maris Greppi

 


Stella Maris Greppi nació en Caseros, provincia de Bs. As. Vive en La Tablada. Con tres hijos y 6 nietos (la mayor adoptada), con 80 años, encontró en la escritura la belleza del universo. La Cachirula y sus compañeros son su segunda familia. Escribió en las Antologías: Plural, Casa -libro. Lo que florece y En la tarde...poesía.

 

Fin y principio

No me encuentro

                              busco

                  revuelvo

                             indago

                  pregunto

                           respondo.

 

No me encuentro

                         será que no existo

                                       mi cuerpo se diluye

                          cegado por la luz.

 

No me encuentro

                        busco en el ayer

                                     en el hoy

                      palabras que no están.

 

No me encuentro

                    pensamientos que engloban mi vida

                                  estallan como relámpagos

                  en estrellas coloridas.

 

No me encuentro

                  una mano me ayuda a salir

                               todo nacimiento sobrelleva

                  un resurgir.

 

Me encontré.

                Ella me acompaña

                            desde que nací

                ahora vino.

 

Me encontré

               sin miedo

                          me voy entre llantos y

               sonrisas

                        ojos llorosos me entregarán

              al viento del otoño

                       cumplí un ciclo para renacer.

 

Me encontré.


20 de diciembre de 2024

Andrea Abbenante

 



Andrea Abbenante

 

Nací en Mataderos en 1971,me crié en Lomas del Mirador, muy cerca de la casa de mis abuelos.

Estudié el magisterio de nivel inicial. Luego encontré mi verdadera vocación en la ENBA Lola Mor,a el magisterio de dibujo. Me perfeccioné en pintura en la Prilidiano Pueyrredón.

Muchos años más tarde incursioné en el IUNA, cursando dos años de Crítica de Artes, que abandoné, pero que me ayudaron a reencontrarme con la escritura.

Laboralmente me desempeñé como docente desde 1992 hasta2021 en distintas ramas, orientaciones y talleres, hasta jubilarme.

Actualmente participo de un taller de escritura en el espacio cultural La Cachirula.

Participe de las antologías: Casa-Libro, Lo que florece y En la tarde… poesía.


La isla

en verano es un edén

pero cuando comienzan

a caer las hojas

el viento se pone más fuerte

hay que prender la salamandra

 

Ahí

junto con el paisaje

se crea un lugar único

como aquel otoño

en que la sudestada

nos obligó a quedarnos.

 


18 de diciembre de 2024

Sheila Silva.

 


Soy Sheila

Soy Sheila Silva.

Crecí entre accesos y escaleras siendo hija del medio de tres. 

Hace 17 veranos que soy compañera de Kike. Juntos, entre maíz con azúcar de la olla pochoclera y saquitos de té de tilo, construimos una familia de seis.   

A veces soy alguien que huele a seguridad y que se anima a hacer muchas cosas, a veces solo me detengo porque me invade el aroma de “a dónde me metí”. 

Soy mujer, soy profe, samiguera y mamá.

Soy limonero del fondo de casa y budín casero marmolado, el mismo que realizaba mi vieja en los 90.

Soy repelente de pediculosis y chocolatada de la merienda acompañada por los cuadernos de tareas.  

Y en el Taller La Cachirula, soy feliz cuando puedo convertir una consigna de Marce en un cuento.   

Participé en las antologías Plural, Casa libro y En la tarde, poesía.

 

Abuela Pocha – Sheila Silva

A la abuela Pocha se la tragó la tierra. Esa tarde lo repetí más de diez veces.

La casa de la abuela era mi refugio. Con ella todos los días aprendía algo. Por ejemplo que sin electricidad, se pueden hacer muchas cosas. Solo había dos electrodomésticos allí que se enchufaban. La heladera y una tele que ya no funcionaba. 

Solía jugar con la antena de su radio, me gustaba que hacía grande y chiquita. Usaba unas pilas enormes como las de la linterna de metal que encendía en la noche. Porque ella no tenía velador. Los panqueques los hacía batiendo con dos tenedores juntos y cosía con una máquina a pedal.  

La abuela en época de clases, me recibía al medio día cuando el micro de la escuela me dejaba en su puerta.  En el verano, muchas veces me despertaba en su cama cuando papá y mamá me dejaban para ir a trabajar. 

Yo siempre estaba con ella, pero a veces, me decía que sentía sola.

Cortábamos el pasto juntas. Con una máquina pesada que parecía funcionar a fricción. Como esos autos de juguete.

Un día mientras la ayudaba a juntar las hojas secas del fondo me empezó a hablar de Don Julio.

Después lo conocí haciendo las compras en el almacén de la esquina. A veces nos acompañaba hasta la casa de la abuela para ayudarnos con las bolsas. No sé por qué la Abu no llevaba su carrito para evitar que el pobre Don Julio cargue todo el peso.

Esa tarde cuando llegó mamá a buscarme y me encontró sola haciendo la tarea, no tardó en alarmarse.

Respondí enseguida: “A la abuela se la tragó la tierra. Acompañame al fondo que te muestro ma”.

Un rato después, ya había varios vecinos dando vueltas por la casa. Mamá los había llamado para ver si sabían algo de la abuela.

Todos se sumaban al misterio. Algunos miraban el surco de tierra removida desde lejos. Otros pisaban con desconfianza el pasto. Después, un vecino vino con una pala y empezó a cavar.

En cuestión de minutos lo confirmaron. “No hay nada” dijeron. Exactamente nada. La misma palabra que había usado la abuela  antes de salir a pasear a escondidas con Don Julio. 

“Si preguntan por mí”, dijo la Abu, “vos no cuentes nada. Solo decí que a la abuela se la tragó la tierra.”

Así que cuando salió de la casa,  tomé la máquina de cortar el pasto y la pasé hacia adelante y atrás muchas muchas veces… sobre una misma línea. Hasta dejar un surco. Imaginé que lo primero que iban a mirar, era el lugar donde la tierra se había abierto y tragado a la abuela.

Ella me enseñó muchas cosas… pero sobre todo a guardar un secreto. Tan profundo como si se escondiera debajo de la tierra.

 

Taller Literario La Cachirula


17 de diciembre de 2024

NILDA HAYDÉE ZATTONI



NILDA HAYDÉE ZATTONI

Es docente. Escribe prosa desde hace tiempo. Participó en varios talleres literarios. Sus textos fueron publicados en diversas antologías del Partido de La Matanza y CABA. En la actualidad forma parte del Taller Literario del Centro Cultural “La Cachirula” de Ciudad Evita.


Dónde Estás

El barrio está alborotado desde anoche.

Ha desaparecido Lucía, la niña más dulce y deliciosa que vive en la esquina de los naranjos.

Nadie sabe de ella, nadie la ha visto, ni escuchó su voz.

Tan solo, una silla de ruedas, agoniza, sola al pie del barranco.

16 de diciembre de 2024

Max Dionic

 


Max Dionic

 

Nació en Ezeiza, pero vive en Ciudad Evita desde 1961.

Es docente de educación secundaria en Lengua y Literatura.

Ama caminar por las calles diáfanas de la ciudad que la vio crecer.

Desde 2020 participa del Taller de escritura autogestivo "La Cachirula".

Ha publicado Popurrí (2022) y Azul Celeste Amarillo (2023).

Participó en las antologías: Plural, Memoria, Lo que florece, Casa libro y En la tarde ... poesía.

 


Abc y lo que sigue  - Max Dionic

 

Almas que han estado atascadas, inmóviles, allí sin saberlo, parecen convertirse en abrazos  inesperados que ponen luz a esas lunas.

Bidimensiones estelares que en el cielo no están. Etéreas blancas en voz sublime bisbisean.

¿Cómo decirles estoy aquí, cuando ya me he ido? ¿Cómo me reconocerán?

De dimensión se habla, cuéntenme, díganme si de algunos de esos planos no concretos, alguien los ha sorprendido, se ha manifestado.

En mi dimensión pasa el tiempo.   En pocos sueños los he percibido. ¡Qué lindo cuando los evoco!

¿Fraternidad? Yo diría cofradía. Cofradía de esa que supera el  porqué de sí misma. Porque hay una sustancia que corre a través de tiempos inconscientes (inmemorables), subyaciendo en eso llamado familia.

Genética a la que no siempre puedes escapar. Genética que implica un laborioso y consciente trabajo contigo mismo.

Hematíes con historias que ya están. Historias inconscientes que salen afuera sin nosotros saberlo. Ese círculo infinito se repite generación tras generación. Hipérbole de cosas que no se llegan a comprender trascendiendo el hipérbaton del propio ser.

Icónico el destino de alguno de nosotros que no elegimos descender de ibéricos, de seres de otros lares, pero, sí lo somos. Heterogeneidad americaafroeuropea descendiente, paleta de creencias, fe y colores.

Jactarse de raza pura, algunos pretenden, solo jurel de baja calidad diría yo si jerarquiza se los pudiera, y hasta no sé si les falto el respeto al pobre bicho.

¿Kantiano, deberíamos ser para dilucidar este berenjenal?  O será el karma que existe según lo que sostienen los budistas y el hinduismo.

¿Lamentable confusión, o reflexión del ser que habita en cada humano? Llantos que enjugan lágrimas que suelen llenar lagares con desconsuelo de desencuentros.

Mundo extraño, este, el llamado tierra, habitado por humanos que se desconocen como tal.

Nada, nada escapa a la verdad; siempre que uno quiera conocerla. ¿No crees?

¿Ñoños serán quienes se preocupen por el ser, la ascendencia, la esencia y el homínido que habita en cada uno de nosotros?

Onas, ombúes, tierras fueguinas, habrán existido en la “hominización” del planeta mientras sucedía el bipedismo de los primates?

¡Pintecantropus, primates, homínidos! He aquí la raza humana. Esto dice la teoría evolucionista.

Quizá por el cambio evolutivo tan acelerado que hemos presentado, cerebralmente, nos hemos alejado tanto, ¿tanto? de los simios. Bueno esa parece ser la teoría científica.

Rumores, ruidos que han acontecido a lo largo del tiempo donde según parece, lo evolutivo nos alejó de los primates, aunque aún, no encontramos el génoma del hombre y no hay reconvención entre primates y homínidos.

Socabarnos quisieron, sensatos y sensible no fueron, socavón de minerales sepultaron a los nuestros. Hoy litio exportamos por pocos centavos.  Dispositivos digitales casi todos tenemos a precios incorrectos.  Salir del sistema deseamos. Difícil nos es, globalizados estamos. ¿Será que el ARSAT-2 nos una definitivamente como latinoamericanos?

Todo es parte de un todo. ¡Qué sola me siento! ¿Quiero ser parte del todo?

Unida al Eternauta, y a la Cachirula con Marcela podré zambullirme en distopías de caramelo, y chocolate amargo con dulzor.

Valor hay que tener, para sacar de ahí adentro lo que por tiempo quedó, y se vuelve palabra cada lunes cuando a las seis de la tarde sin guitarra ni acordeón todos cantan al son de buen disparador.

 

15 de diciembre de 2024

Víctor Ibáñez


 

Víctor Ibáñez

El lobo de Fabio

 

Y Dios dijo muera Perón

Y el padre murió

siete hijos no has de tener

le contó el diablo a mi padre y así me lo contó él.

Toda la maldición caerá sobre los Nazarenos

lo dijo la lechiguana -lobo serán y la disgracia traerán con el amor.

 

¿El oro o el amor?

mira que a mí también me gusta el fuego

Griselda baila abrazada en llamas

el lobo danza a sus pies

los zombis no andan por las calles

se esconden tras las puertas y espían

ansias de saciar su sed de sangre

sangre joven regando las calles

el temor

 

¿Quién es el lobo?

¿Lobo quién?

Dios entregó a su hijo

¿Lobo quién?

Martínez de hoz: con mi ley prometo el oro y el moro

el orden y la paz social

¿Lobo quién?

Los jóvenes van a la guerra

¿Lobo quién?

Fabio me cuenta de Nazareno

El lobo, el lobo, el lobo…

La repetición surca mis oídos

las calles se tiñen de color rojo joven

el padre entrega al hijo

¿Lobo quién?

Dios nos ama a todos por igual

¿Nos ama?

Los zombis salen a la calle

de la casa al trabajo del trabajo a casa

lobo, logo, lobo logo, lobo logo

¿El lobo está?

La memoria de los ojos puede recordar.

A veinte a veinte las tripas calientes, de mi mujer.

A veinte a veinte las tripas calientes, de mi mujer.

 y la de los jóvenes también

11 de diciembre de 2024

Tesza Paz

 

Tesza Paz

 

Zapatitos

 

Los pies pesan, y no por estar usando zapatos que ni me entran, sino por la carga que lleva el cuerpo. No quiero pensar en la suela que se está despegando o en el agujero que deja entrar agua en el zapato. El Estado quedó absuelto de culpa. Voy caminando, por la plaza, con mi bolsito en mano, buscando qué más recolectar. Y los niños ríen, bailan e inventan mil juegos. Los veo desde la distancia, los adultos han prohibido acercarme a sus Pulgarcitos. Y me pregunto por qué no me dejan jugar, si tengo la misma estatura, la misma edad, las mismas ganas de olvidar que mi vida no está en paz. No tiene sentido que me queje una vez más, nada va a cambiar. Y mi estómago seguirá pidiendo la comida que no tengo, mi piel el abrigo que me falta, mi espalda la cama que tanto deseo y mis pies los zapatos 32 que me puedan entrar. Si tan sólo hubiera alguien que me pudiera rescatar, con un beso en estado de muerta, o una Bestia que me alimente mientras me manipula para dejarme secuestrar. Pero no, esos son sólo cuentos que dé más chica me contaban, y ahora sólo ilusiones que no se pueden concretar. Los dolores del corazón pesan tanto, que por las noches suelo preguntarme si lo voy a lograr, si al día de mañana voy a llegar. Resoplando con los pies cansados y agrietados. Espero, con mucho anhelo, que mi cuerpo sienta alivio y no tanto cansancio por caminar tantas horas buscando algo cómodo para mi talón que se ha dañado de tanto golpearlo con el clavito que sobresale del zapato. Y que nunca saqué, porque el arreglo, claramente, no sale barato. En este país muy, muy, muy lejano, la fantasía no existe. Acá sólo hay miseria. No hay hadas ni genios en lámparas, ya ni siquiera quedan lámparas. Y los reyes, allá en lo alto de sus castillos, no miran hacia nosotros. Tienen su propio mundo en el que una niña como yo no vale nada. Ni siquiera para los animales, que me ven en este terrible estado de anemia, casi moribunda, y no se acercan. No cantan, ni bailan, ni limpian mi casa improvisada. ¡Tampoco me quieren como comida! ¡Ni siquiera sirvo como alimento, como carne viva!

Y a veces pienso, cuando estoy más cansada que, si me hubiera entrado el zapato de cristal, si la elegida hubiera sido yo, ahora mismo estaría viviendo en una mansión. No dormiría muriendo de frío en un callejón. ¿Algún día dejaré de usar calzado prestado, usado, roto u olvidado? ¿Algún día podré decir que algo es mío? ¿Dejaré de sentir que nada me acompaña, incluida yo misma, que sigo abandonada? ¿Algún día tendré mi propio cuento de hadas?

10 de diciembre de 2024

Teresa Inés Vilas

 


Teresa Inés Vilas

 

Sábado I

 

Un día salió el sol, luego de la intensa lluvia. Yo en casa mirando desde la ventana chiquita con el vidrio empañado, sucio.

Encerrado hace dos días, con mi perro al lado y Gastón, Diego y Felipe esperando el milagro que la lluvia pare de una vez. ¡La pelota ahí esperando y el campito chorrea agua y esas burbujas gordas que se rompen y se arman otra vez! Llega la noche, este oscuro da miedo.

--Poné la mesa –dice mi abuela y el olor a guiso me despierta, de reojo veo la lluvia, sigue, no para. Como y vuelvo a la ventana, no se ve nada la luz de la calle y los relámpagos asustan.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Sábado II

 

Dejó de llover, desde mi ventanita la veo …la canchita, refleja el agua estancada, el cielo, brillo de barro blando. Ranitas saltan felices, no se imaginan que poco dura ¡esa quietud!

Ya un amigo se acerca, pisotea charcos, viene otro y otro y yo pelota en el brazo abrazando en ese ángulo amigo que me hace fuerte, grande, héroe. Mi perro al lado es un jugador activo cuando estoy solo.

Juntos ahí el agua nos moja los pies, nos desafía, el partido espera, más jugadores hay agua por todos lados zafan los arcos inventados. Solo barro y pasto, la redonda espera.

¿Acá resolvemos fácil, Che empezamos? Se escucha. El sol te quema, vuela la ropa, pateamos, gritamos, puteamos. Hacer gol, milagro será, no pica, primer revolcón, ella queda abajo y tres cuerpos mojados, embarrados para agarrarla.

Se pudrió todo, la lagunita ¡pide más que el fulbito!  Chapotear es lo de hoy, el juego: revolcarse en el agua fresca, esto está lindo, salió el sol y se disfruta.