Luciana Villalva (Lucian):
Una escritora
y editora de La Matanza. Nació en 1994 y se crió en
Gregorio de Laferrere. Escribe desde su adolescencia en internet, lo que la
llevó a publicar su primera antología de poesía “Ahora no, estoy muy ebria” en
2016 bajo el sello Ediciones Francia. En 2017 inició su propio proyecto
editorial “La Indiegestada ediciones” donde publicó de manera autogestiva
varios títulos propios de poesía y narrativa, entre ellos “Todxs estamos en
una” (2017), “Gederación 94”, (2017) “Ahora no, estoy en cuarentena” (2021) y
plaquetas, libros y fanzines de otros autores independientes. Estudió guión
cinematográfico en la ENERC y actualmente termina sus estudios de la carrera
Edición Editorial en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA.
Historia del
vagabundo y la rubia
El hotel de familiar no tiene nada, escucho gritos y peleas mientras
estoy con mi novia. Es una rubia muy fría, más fría que esta noche. Entre el
quilombo del fondo me abstraigo y la observo con mi mirada tierna y salvaje,
como un tigre a su presa, listo para atacar. Ella está sentada sobre mi mesa,
casi al borde.
La miro fijo, la agarro y le doy un beso; más que un beso es un pico
inocente hasta que por fin juntamos nuestras bocas. Dos agujeros redondos
profundos. La tomo del cuello suavemente, la acaricio con mis dedos. Su cuerpo
es esbelto, firme, transpirado, con marcas de gotas que se le resbalan. Su
traje esta vez es de color dorado con brillos negros, suele ser de otros colores,
pero hoy vino con este que le queda muy bien, ha sido pensado por algún diseñador
importante... no lo sé, lo que importa es que le sienta bien, que vende su
imagen y yo la compré.
Mi rubia esta noche se llama warsteiner, es alemana me dijo al oído…me
lo dijo dulcemente al oído en aquella góndola de supermercado. Qué loco que
nuestra historia de amor haya comenzado ahí donde yo, un simple mortal con mi
harapienta vestimenta y mi pelo enmarañado la encontró sola, casi a la espera.
Presentí que la rubia me estaba esperando, también había morochas y
pelirrojas... pero mi madre siempre tuvo razón, a mí me tiran siempre las
rubias.
Estamos a solas en esta triste y oscura habitación besuqueándonos los
dos. El pico caliente, el litro se mueve por mi sangre. Ya solo queda acariciar
ese culo mezclado con mi baba.
Queda ver que mi billetera no tiene otro peso para comprar otra. Queda
reconocer que estoy en la miseria y que esta botella, esta rubia, esta alemana
hecha con agua del Río de La Plata me va a dejar con las ganas. Queda reconocer
que solo fue mi compañera por una noche, noche fría en la que me sentí un poco
menos solitario...un poco más borracho... un poco más pirado, retorciendo
palabras y recuerdos.
Otra rubia que me enamora y me deja. La próxima probaré con una roja,
una negra, una ipa y una apa y veremos qué pasa en esa orgía etílica de
lúpulos, malta y cebada… y a ver si mi alma se emborracha y se desarma para
siempre.